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07.01.2025

  • marcsolersant
  • Jan 7
  • 4 min read

El año apenas ha empezado y hoy es un día fundamental en mi vida, tanto la que he vivido como la que viviré. A día 7 de enero de 2025 mi novela, la Senda del Cobarde, ha salido a la venta.

Echando la vista atrás, hace más de siete años fue cuando surgió la idea original para la historia. En ese entonces escribía por puro placer; me ponía al teclado en cuanto me venía una idea que me gustaba, me dejaba llevar por el instinto y entonces, como no podía ser de otro modo, me bloqueaba y no sabía cómo continuar. Pero el problema no duraba mucho, pues al cabo de poco se me ocurría otra idea fantástica y me ponía manos a la obra, y así una y otra vez.

Era muy inmaduro en el proceso creativo literario, pues me lo tomaba como un juego. Pero a medida que fueron pasando los años comprendí que esto era lo que me apasionaba, quería dedicarme a escribir las historias en mi cabeza y compartirlas con el mundo. Debía cambiar mi manera de trabajar, reinventarme. Se acabó lo de ir a lo loco y a ver qué pasa. Por mucho que no me gustara, si quería conseguir acabar lo que había empezado a escribir debía primero sentarme en la mesa, coger lápiz y papel y pensar. Debía hacer planes. Aclarar las ideas. Concebir mundos, regiones, ciudades, culturas, intereses políticos y sociales. Una vez tuviera la base, podría empezar a apilar los ladrillos, no antes. Así que me puse a trabajar, con la promesa de que esta novela debía ser el salto a mi carrera profesional como escritor. Entre una cosa y la otra tardé tres años en escribirla de la primera a la última palabra, y necesité casi dos años más para que la editaran y entrara al mercado. Ha sido un camino largo, sin duda.

La Senda del Cobarde existe gracias a una idea prematura para otra historia titulada Seven, la cual transcurría en el mismo mundo, pero un par de décadas antes. Los personajes eran distintos, así como sus conflictos, y el motor de la historia tenía cierto potencial, pero no acababa de verlo claro. Tiempo después me planteé escribir sobre lo que pasaría veinte años más tarde, el contexto que ya tenía en mi poder me ayudaría a enriquecer la nueva historia y personajes. Dibujé el Mundo Conocido, puse los nombres pertinentes y trabajé en cada una de las regiones. Debía entenderlas para poder contar cosas sobre ellas. Y una vez lo tuve listo, empecé a escribir.

Confieso que soy un escritor muy inestable. Durante estos tres años de trabajo he vivido épocas productivas de lo más variadas: algunos meses conseguí adoptar una rutina en la que me sentaba todos los días en el ordenador y escribía durante más de tres horas; después perdí esta capacidad de concentración y vadeé como un náufrago, sosteniéndome cuando podía para no hundirme, escribiendo nuevos capítulos poco a poco, a veces muy espaciados entre ellos. Quise rendirme muchas veces. Pero de hacerlo, no me lo perdonaría nunca, así que apreté los dientes y seguí adelante.

Terminar la novela fue una sensación extraña. En parte me sentía feliz, pues lo había conseguido, y por otra parte me sentí aliviado, pues ya no tendría que escribir más por un tiempo. Ahora podía relajarme, repasar el manuscrito y mejorarlo todo lo que pudiese. Y descubrí que la corrección es quizá el proceso más divertido en la creación de una novela: me daba cuenta de mis propios desvaríos, me devanaba los sesos para mejorar escenas o tramas y, de vez en cuando, me sorprendía a mí mismo al leer ciertas líneas o párrafos y me preguntaba si realmente había sido yo quién había escrito eso, pues algunos eran buenos.

El crítico más duro de una novela es el mismo autor.

Envié el primer capítulo del manuscrito junto a una carta de presentación a todas aquellas editoriales españolas que podían darle cabida. Fue un acto terrorífico, pues por primera vez estaba compartiendo mi creación con alguien ajeno a mi círculo de confianza. Ahora serían profesionales quienes examinarían mi obra y determinarían si valía la pena o no apostar por ella.

Firmé el contrato editorial con Adarve después de pensármelo durante un mes, sospesando pros y contras. Al final me dije que por mucho que la revisara siempre encontraría fallos o cosas a mejorar y nunca estaría satisfecho con la novela y pensé que, si no daba el paso ahora, quizá no volviera a tener una oportunidad como esta en la vida.

Así pues, casi dos años más tarde La Senda del Cobarde ya está en tiendas, al alcance de aquellos que quieran darle una oportunidad. Hace diez años di mis primeros pasitos con la escritura y ahora doy un salto de gigante con la publicación de la novela.

No sé qué me deparará el futuro e intento no darle demasiadas vueltas. He aprendido a no obsesionarme con aquello que no puedo controlar, pues no te deja vivir. Pero sí que sé lo que quiero: quiero vivir de esto, de contar historias. Y ya sea dentro de diez, veinte, cuarenta años, o los que sean, lo conseguiré. Más me vale hacerlo.

Gracias por leerme y recordad: cuando se os presenten las sendas a elegir, escoged siempre aquella que os parezca correcta.

Marc.

 
 
 

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